lunes, 12 de septiembre de 2011

Sencillez.

Él admira cómo ella colorea sus labios. Lentamente, provocando. Decenas de tacones andan esparcidos por la habitación y un par de vestidos están tendidos en la cama. Ella le mira por el espejo y pregunta: ¿El vestido rojo o el negro? Se encoge de hombros, ambos son preciosos. Como ella. Primero se prueba el rojo, se ajusta a su cuerpo y realza sus pechos. Ella revuelve su largo pelo rubio y sonríe, le encanta cómo le queda. Luego el negro, más holgado, pero más corto. Sabe lucir sus piernas. Sonríe traviesa y se quita el vestido. Es sexy, muy sexy. 'Eres hermosa' susurra él y ella le contesta con una mirada. Ve el maquillaje en su tocador y no lo entiende, ¿por qué se maquilla? Natural, sencilla, ese es su gran encanto, no necesita nada más, es muy guapa. A él le gusta cuando anda por casa con un moño improvisado y una de sus camisas largas, o cuando sale de la ducha y corre hasta su habitación riéndose, mojada. Le gusta cuando sonríe sin prejuicios y no por quedar bien. Aborrece esa clase de eventos donde deben asistir de etiqueta, conversar con gente que no te interesa lo más mínimo solo para conseguir algo a cambio. Le molestaba esa corbata alrededor de su cuello y esos pantalones tan poco cómodos. Pero era el trabajo de ella y él tenía que apoyarla. Prefería pasar el día en casa, comiendo sopa de estrellitas que a ella tanto le gustaba y viendo películas. Era simple, un plan sencillo, con el que ambos disfrutaban, sin terceras personas y sin fingir algo que no eran.

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